The Argentine and Uruguayan theatrical tradition of the early 20th century is marked by two distinct genres: the “sainete criollo” and the “grotesco criollo.”
Sainete Criollo:
Originating in Argentina and Uruguay, the “sainete criollo” is a unique blend of local styles with the traditional circus houses (“circo criollo”). It is characterized by its depiction of life in shared living spaces (“conventillos”), combining humor, sentimental conflicts, and tragic action. This form of theatre gained prominence in the 1920s, with notable authors like Carlos M. Pacheco, Alberto Vacarezza, Uruguayan Florencio Sánchez, Gregorio de Laferrère, and Roberto Payró contributing to its evolution.
Grotesco Criollo:
The “grotesco criollo,” a dramatic subgenre also from Argentina and Uruguay, was pioneered by theatrical director and playwright Armando Discépolo, notably with his popular work “Mateo.” This genre merges elements of Italian grotesque with “sainete criollo.” Jacobo Langsner, a Uruguayan playwright, is known for his contributions, including “Esperando la carroza,” which inspired a famous film.
The “grotesco criollo” is characterized by its portrayal of the struggle for communication and familial support, often leading characters into depression and pathos. It frequently depicts the dehumanization of characters beneath a societal mask, focusing on psychological depth. Central themes include poverty, failure, unrequited love, family disintegration, corruption, inequality, and humiliation, often revolving around immigrant characters, particularly Italians. The dialogue often mixes Italian-Criollo speech (cocoliche) with vulgar terms and Lunfardo slang. The setting is typically in the shared living spaces and suburbs of Montevideo and Buenos Aires, often at night. Realistic scenography reflects the economic situation and family activities, with cluttered rooms symbolizing the characters’ oppression. The plays usually consist of one or two acts and aim to critique society.
The “tango cantable” was central in these spectacles, evolving through various influences and interpretations, including in the “sainete porteño.” Performers often blurred the lines between acting and singing, contributing to the distinctiveness of these theatrical forms.
Historical Context:
The peak of popular theater in Argentina began in 1852 with the inclusion of foreign troupes. Gradually, there was an appropriation of Spanish expression genres like revue, zarzuela, and sainete, leading to the birth of the “sainete criollo.” Santiago Ramos, a Spanish actor, introduced tango into theatre with his performance in “La cabaña del tío Tom” in 1856.
The “sainete criollo” was known for its musical elements and its dual goals of entertainment and moralizing, evolving through festive and tragicomic phases. Notable works include “Gabino el mayoral” by E. García Velloso and E. García Lalanne, and “El deber” by Ezequiel Soria. Carlos Mauricio Pacheco and Alberto Vacarezza were prolific contributors to this genre, with works like “Los disfrazados,” “Música criolla,” and “El conventillo de la Paloma.”
By the 1930s, the “sainete criollo” began to decline, but this coincided with the golden age of tango, featuring new composers and poets. The influence of the “sainete” extended into the 1960s in Argentine history. Today, although it has less presence in Argentine theater, there is a clear tendency to revive the tango within this theatrical tradition.
This summary encapsulates the essence of the articles, highlighting the cultural and historical significance of these theatrical genres in Argentina and Uruguay.
Sainete criollo[editar]
En Argentina y en Uruguay el sainete, combinado con las casas del circo criollo, dio como resultado una modalidad original conocida como sainete criollo. Se caracterizó por reflejar las costumbres de la vida en los conventillos y agregaba a los elementos humorísticos un conflicto sentimental y una acción trágica. Esta forma teatral se afianzó durante la década de 1920. En esta época se destacaron, además de Carlos M. Pacheco y Alberto Vacarezza, autores como el uruguayo Florencio Sánchez, Gregorio de Laferrère y Roberto Payró.
Grotesco criollo
El grotesco criollo es un subgénero dramático cultivado en la Argentina y también en Uruguay. Su creación es atribuida al director teatral y dramaturgo Armando Discépolo, con su obra majestuosa y popular conocida como Mateo. En su seno confluyen desde el grotesco italiano hasta el sainete criollo. Dentro del género destacan varias obras del uruguayo Jacobo Langsner, entre ellas Esperando la carroza, obra de teatro en la cual se basó la popular película homónima.
Características del grotesco criollo[editar]
Presenta la búsqueda de comunicación por parte del sujeto y la contención familiar no obtenida, que lleva al protagonista a la depresión y a lo patético. Describe la animalización de los personajes, sumada a la máscara social. La trama busca una profundización psicológica. El tema básico es la ausencia de dinero y como consecuencia los fracasos, el desamor, la disolución familiar, la corrupción, la desigualdad y la humillación; los personajes son inmigrantes, en su mayoría italianos.
El lenguaje reproduce el habla ítalo-criolla (cocoliche), mezclada con términos vulgares y el lunfardo. Esto ocurre en determinadas obras, que son muchas, pero no necesariamente en todas. Hay grotesco cuando hay insultos o expresiones despectivas, sin que sean con acento extranjero, como recursos del relato. Un ejemplo de esto son varios monólogos cómicos, muchos de ellos interpretados por sus propios autores (Florencio Parravicini, Antonio Gasalla, Enrique Pinti, etc.) Las historias se ubican en las piezas de conventillo, los suburbios de Montevideo y Buenos Aires y en la noche.
La escenografía es realista, denota la situación económica y las actividades de la familia. El abigarramiento y la profusión de objetos que pueblan las habitaciones evidencian el agobio que padece el personaje; la oscuridad la asemeja a una cueva, correlato escenográfico de la imposibilidad de salida para el protagonista. La mayoría de las obras se desarrollan en uno o dos actos y el objetivo es la crítica a la sociedad.
El tango cantable fue una presencia central en el espectáculo porteño, tras diferentes influencias logró ser interpretado de varias formas, algunas fueron la revista porteña y el sainete porteño o “zarzuelismo criollo”.
Sus intérpretes fueron actores y cantantes que incorporados a las piezas teatrales lograban desdibujar la frontera de una u otra profesión.
Su historia
El auge del teatro popular sucedió en 1852, cuando comenzaron a incluirse en la cartelera a compañías extranjeras.
Paulatinamente, se inició una especie de apropiación de los géneros de expresión hispana: la revista, zarzuela y el sainete. Así, se pusieron en escena piezas en un acto con bailes, cantos y coreografías, dando origen al sainete criollo.
El precursor de este movimiento artístico fue un actor español llamado Santiago Ramos que entonó por primera vez un tango en la obra “La cabaña del tío Tom”, en 1856.
El sainete criollo se caracterizó por su música y su consigna: entretener y moralizar. Existieron dos etapas en el sainete, en la primera se vinculó con la fiesta y la segunda fase fue lo tragicómico.
Sus exponentes
· “Gabino el mayoral” (1898) de E. García Velloso, con la musicalización de E. García Lalanne. Sus textos:
¡No me vengas con paradas, te digo
Que no te llevo el apunte
Y haré que alguno te unte
Con un tolero, si estrilo!
· En el sainete de Ezequiel Soria “El deber”, se escuchó la pornográfica milonga montevideana “Señor comisario”:
“Señor comisario
Traiga un vigilante
Que pele la lata
Que aquí hay una vieja
Que con sus paradas de fijo me mata!”
· Carlos Mauricio Pacheco fue quien ocupó el primer lugar en producción de sainetes a partir del siglo XX. Algunos de sus sainetes: “Los disfrazados” (1906), “Música criolla” (1906), “Las romerías” (1909), “La ribera” (1910), “Una juerga” (1912).
· Alberto Vacarezza fue uno de los saineteros más importantes de la época. Su primera obra fue “El jugador” en 1903, pero su obra póstuma fue “Los escruchantes” en 1911. A éstas, se le suman éxitos como “Juanito de la Ribera”, “Tu cuna fue un conventillo”, “Cuando un pobre se divierte”, “Palomas y gavilanes”, “Cortafierro” o “El conventillo de la Paloma”. Los tangos que escribió para el sainete: “Padre nuestro”, “La copa del olvido”, “El carrerito”, “Botines viejos”, entre otros.
En 1918, en el primer cuadro de la pieza teatral “Los dientes del perro” de José González Castillo-Alberto Weisbach, Manolita Poli cantó “Mi noche triste” (de Samuel Castriota y Pascual Contursi), considerada pieza fundadora del género del tango canción.
Otras obras importantes: “Gabino el mayoral”, “Fumadas”, “Sainete de divertimento y moraleja”, “El conventillo de la paloma” y “Tu cuna fue un conventillo”.
A partir de los años 30 el sainete declina, pero paralelamente el tango aborda su mejor momento con nuevos compositores y poetas
El reinado del sainete en la historia argentina se extendió hasta los años 60.
Hoy en día existe muy poco de ellos en la cartelera argentina, no obstante hay una clara tendencia de nuestro teatro en recuperar el tango.
Marinha Villalobos